La península de las casas vacías, novela escrita por el joven autor jienense David Uclés, y que está siendo uno de los libros del año, es, cuando menos, una obra singular y osada, que opera lógicamente en el campo de la literatura, pero sería ingenuo pensar que no lo hace en los de la historia o la política de nuestro país. Así que vamos a ello.
Literatura
La novela utiliza el realismo mágico para explicar, o narrar, o sentir, o más bien todo ello, la Guerra Civil española a través de la historia de una familia diezmada por el conflicto. Esta opción estilística es lo más evidente y singular en el libro, cuyo epicentro es un pueblo de nombre ficticio, Jándula, de Jaén, que irremediablemente recuerda al Macondo de Cien años de soledad. Como en el libro de García Márquez, la tierra tiene sus magias y da lugar a acontecimientos no sospechables, además de existir una genealogía a lo Buendía, con sus antepasados apicales.
Pero el autor, inmerso en una gira inacabable por el país de cuyo atraque en Bilbao fui testigo, afirma no sentirse tan inspirado por el realismo mágico más conocido, el de los autores latinoamericanos, sino por el de autores europeos, donde Günter Grass y El tambor de hojalata parecen una mención obligada. Como el autor alemán, La península de las casas vacías se asienta en un conflicto bélico resultado de una locura cultural y política, y, con frecuencia, utiliza el recurso de la parálisis del tiempo (eje central en Grass) para su narración.
¿Existe distinción entre el realismo mágico europeo y el latinoamericano? Si bien siempre se enmarcan en lo inexplicable o inabarcable, en los autores latinoamericanos la exuberancia de la naturaleza y sus excesos (los de la jungla inabarcable, en general) forman un marco físico y mental que motiva la acción, mientras que en los europeos lo inexplicable es con frecuencia una locura bélica o violenta que asesina humanos sin remisión y cuya narración sólo puede partir de lo imposible. Lo que sí resulta inédito en la narrativa de la Guerra Civil es el uso del realismo mágico. También en cine, donde más que realismo mágico encontramos cine fantástico y de terror (por ejemplo, el díptico de Guillermo del Toro, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno). Que aún sea necesario ajustarse al realismo estricto al narrar la Guerra Civil probablemente indique cómo es todavía nuestra relación con el hecho histórico.
Uclés también afirma que en la escritura de la novela se ha topado con los elementos de realismo mágico y que estos le encajaban en los hechos. Y peculiarmente, sí que lo hacen, mimetizándose con los hechos históricos y permitiendo así una narración nueva, o, al menos, sugerente en su diferencia. El realismo mágico de Uclés parece una mixtura de los dos mencionados. Sin duda Jándula es profundamente telúrica: existen plantas (las chozas) que congelan los miembros del cuerpo que entran en contacto con ellas; existe tierra en Jándula que, a quien tiene ese poder e introduce sus manos en ella, le permite adivinar que ha sido de alguien; o hay torcas que parecen detener el tiempo y ser la perdición de las cabezas. A la par, las locuras de la guerra encuentran su propia magia: aviones que se congelan en vuelo, hombres disparados que sangran tierra (conseguidísima imagen que se pega al alma), un diluvio y un volcán que paran el tiempo y parecen representar el deseo de final de la pesadilla, en algún caso incluso antes de empezar, o la ruptura saramaguiana de los Pirineos. En la metáfora de la desazón de varias de estas propuestas se transmite un cierto determinismo fácilmente legible, pues todos conocemos el final.
Un elemento especialmente arriesgado desde el punto de vista literario es la presencia recurrente del autor, que actúa como un demiurgo frustrado puesto que a veces cambia acontecimientos históricos, pero es incapaz de cambiar el total de la Guerra. La quiebra del relato convencional que suponen estas intervenciones queda engarzada con la ficción mágica escogida, pero revela un anhelo de imposición de una realidad imposible incluso para un escritor. La reflexión sobre por qué utiliza este recurso no acaba de quedar clara. Pero Uclés se atreve a hablar directamente con Franco, y dialogan en términos de poder, y, aunque se trata de un capítulo breve, supone una imagen muy potente de lo que significa crear una representación de la realidad.
La península de las casas vacías puede también considerarse, a su manera, una novela de viaje, o de viajes… El autor ha visitado todo el país, ha visto los lugares de la memoria histórica, ha recogido información de infinidad de localización. Si la novela empieza en su primera parte en Jándula antes del golpe de estado, durante la segunda y la tercera se produce la dispersión de los personajes con el estallido y desarrollo de la contienda; en la cuarta existe un regreso al pueblo. La explosión familiar acompaña a la bélica y a la quiebra del país, y los hermanos hijos del protagonista principal, Odisto -que suena tan homérico-, también se dividen. Los chicos jóvenes salen por primera vez del pueblo, pero su viaje no es de aventuras. Su viaje y aprendizaje moral, el debido a la novela de formación, sucede en un entorno de importante miseria moral. La novela debe luchar ahí contra el fuerte recuerdo de Jándula, epicentro enorme de la historia.
Finalmente, si hablamos de las características literarias de La península de las casas vacías, es inevitable hablar del multiformato de sus 120 capítulos, todos breves excepto el dedicado a la batalla del Ebro. Una estructura no encorsetada alivia mucho el determinismo de la historia, agiliza la lectura, y suma originalidades literarias. No es que no estuvieran inventadas: el uso de caligramas, el personaje estático que lanza augurios -más un oráculo a la griega que un orate-, los diálogos en idiomas no castellanos, el apunte a escuchar una pieza de música durante la lectura de según qué capítulos, etc… Reconozco que el uso de citas me parece un poco excesivo, aunque entiendo su valor como un coro (¿de nuevo griego?) de sabios que definen un país sentenciado mediante un fresco inútil de opiniones. Pero, por su lado, elementos increíblemente emotivos como el capítulo de puntos, o tan particulares en su lucidez como la descripción de los movimientos de la partida de ajedrez que juega Franco son momentos de enorme alcance literario, y, si te introduces en la propuesta estética de Uclés, difícilmente olvidables. Y no son pocos… A ello hay que añadir el lenguaje rico en que abundan olvidados -para un urbanita- pero preciosos términos de labranza y campo, y el tono musical de la sintaxis.
Historia
Se puede afirmar que La península de las casas vacías supone un ejemplo de lo que Jorge Wagensberg llama el método artístico de conocimiento, en contraposición al método científico o al método revelador. Es decir, Uclés emplea el artificio de la ficción novelesca como manera de explicación de la Historia, mediante una “extensión de la experiencia de la realidad” (en palabras de Wagensberg). Al tratarse de una ficción, necesariamente su correspondencia con la realidad no ha de ser plena, pero en un tema como la Guerra Civil esto puede ser problemático, y, en último extremo, es controversia de nuestra guerra cultural actual. De hecho, Uclés retuerce la Historia en beneficio de la narración, pero sin detrimento de la comprensión, incluso de precisamente la comprensión histórica. Así, el realismo mágico de la novela no maquilla la realidad, que también se presenta de manera muy cruda; de hecho, bien puede decirse que apoya esta crudeza con frecuencia.
Ahora bien, ¿es lícito preguntarse si este método puede confundir al lego? La novela es necesariamente un relato incompleto de la Guerra, pero además existen saltos de tiempo y modificación de hechos, incluso algunos que alcanzan cierto grado mítico, si bien entonces aparece el autor demiurgo con una justificación, tal vez a modo de prevención, y que tal vez una autoría literaria pura discutiría. Por el otro extremo, hay una pregunta que puede llegar más allá en esta discusión: ¿es lícito preguntarse si el método artístico de este caso puede incluso ofender? Esta pregunta no está lejana de lo que antes subrayaba, que sólo un realismo estricto ha sido aceptable al menos hasta ahora para narrar la Guerra Civil. Y es entendible porque en muchas ocasiones no se realiza bajo el prisma de una narración ampliada, sino de la mentira histórica descarada. Pero… ¿puede la Guerra Civil ser el tema de un ejercicio de estilo formalista, incluso de un espectáculo literario? Creo que la pregunta sobrepasa realmente el interés honesto del autor. Y hay un argumento de apoyo en el método artístico, en este caso el literario: la novelística exige indagación por parte del autor y transmisión a los lectores de las psicologías de personajes que vivían emocionalmente el momento. En conseguir eso hay un valor añadido que es difícil ver en los libros de Historia. No obstante, estas dudas sobre la representación tampoco son novedosas; no son lejanas a cómo tratar la imagen de las víctimas de la violencia. La situación no es tan discutida, de todos modos, en la literatura como, por ejemplo, en el cine.
Reconozco que determinados planteamientos del libro me resultan problemáticos. Por ejemplo, una cierta exaltación de las regiones de Iberia, incluyendo cierto idealismo del uso de los idiomas diferentes al castellano. Creo que su aparición se salva por la humildad de la interpretación del hecho lingüístico, pues es notorio que parte de un interés de aprendizaje y de respeto a una incomprensible persecución cultural específica. También me rasca el iberismo, porque me consta que la visión a ambos lados de la raya no es igual, aunque determinada intelectualidad portuguesa lo haya apoyado. La solución que Uclés encuentra para encajar Lusitania en una narración que siempre habla de Iberia es la existencia de una especie de dictador federado, y, por tanto, más bien una trastienda de apoyo que una amenaza hacia Franco. Esto encaja en una desvertebración de origen medieval, pero es un apunte complicado de desarrollo.
Política
La Guerra Civil y sus consecuencias directas son el pecado original aún vigente de nuestra democracia. Entre esas consecuencias directas está la dictadura franquista. España es un país relativamente excepcional en el mal reconocimiento de su pasado, lo que se debió a motivos políticos de construcción de la democracia actual, pero lo cierto es que el revisionismo de un pasado ultranacionalista aparentemente (soñadamente) mejor está sucediendo en más países. Los posicionamientos en este tema no deberían ser complejos, pero haber entrado en parámetros de guerra cultural lo hace así para mucha gente, desgraciadamente.
Entre el texto que ha escrito y la presentación que hace del mismo, mi opinión es que Uclés tiende a la visión histórica de Paul Preston; a mí me parece ver ecos de ello en la elección de un pueblo (Jándula en la novela es una representación de Quesada) de Jaén que no es asaltado por las fuerzas de Queipo, sino que pasa toda la Guardia Civil bajo mando republicano, con un exaltado y vengativo líder local de izquierdas, que purga a la población sin reparo, y al que temen todos los vecinos. La novela por tanto no huye de esta parte del retrato histórico, pero también es consciente de que las cifras y sistemática de la guerra y la represión son peores en el bando vencedor, y es evidente que en la historia de la novela el protagonismo es llevado adelante por campesinos humildes y no por otras clases o estamentos.
El hecho de recoger testimonios novelescos o el de proponer citas de autores del bando rebelde no significa búsqueda de una equidistancia imposible por parte del autor. Un miembro de la familia pertenece al bando rebelde, y actúa con crueldad esperable con frecuencia. Es difícil interpretar de acuerdo a estas etiquetas cuando, por ejemplo, la novela recoge citas, entre muchos, de Grandes, Trapiello, y Espriú.
Por mucho que La península de las casas vacías narre el horror, creo que es un valor añadido único la diferenciación estilística del texto frente a anteriores relatos, que es radical, y creo que su resolución es excelente, casi pasmosa, dentro del riesgo enorme que ha asumido. La Guerra Civil sigue siendo contada, pero éste es un escritor de 34 años, nacido 61 años después de terminada la guerra y 15 tras la muerte del dictador. Dispone de datos familiares hundidos en los acontecimientos de 1936 a 1939, que nos preceden y nos definen, y que en su caso crearon la necesidad personal de dar forma al texto.
La narración tiene una agilidad tremenda. El uso continuado de la metáfora mágica genera una expectación relevante por el siguiente asombro a recibir, o el acontecimiento histórico escogido para ello. La combinación del lenguaje de la tierra con la ternura hacia sus personajes y la estructura fluida son un logro narrativo significativo que alcanza las 700 páginas, que han sido pulidas durante 15 años de escritura. Me pregunto si apela a las generaciones actuales. Sospecho que el libro será leído más por generaciones mayores e interesadas por el tema, porque estamos más necesitados de nuevas aproximaciones a lo que tantas veces hemos visto, pero puedo estar sesgado en esto. Ojalá lo esté. ¡David, enhorabuena! ¡Qué empresa enorme! ¡Qué éxito más merecido!